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martes, 11 de noviembre de 2014

Otro desafío catalán para los unionistas

La consulta 9N fue un éxito a pesar de que la primera consulta fue declarada ilegal a petición del gobierno español por el Tribunal Constitucional; a pesar de que la consulta no era vinculante y no iba a cambiar en absoluto el estado de las cosas; a pesar de la campaña mediática de la mayoría de los medios de comunicación españoles en contra el proceso soberanista catalán asociando su imagen con violencia y corrupción, a pesar de la siembra de pánico por parte de  JP Morgan, Barclays Bank, la agencia Fitch y y otras entidades financieras internacionales, a pesar de que el gobierno español recurrió la convocatoria de la consulta ante el Tribunal Constitucional español; a pesar de que el Tribunal Constitucional español le dio la razón al gobierno español y declaró la consulta ilegal; a pesar de que los organizadores de la consulta no tenían acceso al censo electoral por obra y rabieta del gobierno español; a pesar de que el gobierno español amenazase a los responsables de la organización de la consulta con responsabilidades penales; a pesar de las denuncias presentadas por UPyD y Plataforma per Catalunya (PxC) para que la Fiscalía ordenase la paralización del proceso, el secuestro de las urnas, y la detención de los organizadores; a pesar del llamamiento de los partidos unionistas a sus simpatizantes para que no votasen el 9N; a pesar de la orden dada por el gobierno español a Correos para que no distribuyese cinco millones de papeletas de voto; a pesar de que la Generalitat tuvo que suspender la campaña publicitaria de carácter institucional a favor de la consulta por presiones del estado español, a pesar de la lluvia y de los incidentes aislados provocados por los unionistas más intransigentes y un largo etcétera de obstáculos.

Largas colas de ciudadanos para votar durante la consulta del 9N.
Algunos dirán que los catalanes no tienen motivo para quejarse y que han podido celebrar la consulta en la cual se preguntaba por el modelo político para Catalunya pero dicha celebración aunque sin apenas incidentes violentos, no ha sido del todo normal. Los obstáculos puestos a modo de barricada en el camino por los mismos de siempre, animaron a muchos catalaness a participar en el 9N. Con el 100% de voto escrutado,  2.305.290 catalanes votaron durante la consulta:
  • Sí-sí': 80,76% de los votos.
  • Sí-no':10,07% de los votos.
  • No-no: 4,54% de los votos.
Algunos unionistas se niegan a aceptar el resultado y se ríen de lo que a su juicio, es una baja participación. Ellos insisten en que ha quedado demostrado que la mayoría de los catalanes no quieren la independencia pero no es cierto. Por poner un ejemplo, que eche por tierra esta tesis absurda, en las últimas elecciones generales españolas, votaron el 66% de los catalanes y se abstuvieron el 34%. ¿Se imaginan que los partidos nacionalistas catalanes boicoteasen las elecciones generales al parlamento español en Catalunya e hiciesen suya la abstención? Lo más seguro, que la participación de los catalanes en las elecciones españolas sería de menos del 50% y los unionistas que consideran ridícula la participación y los resultados del 9N, se darían por satisfechos y no entenderían (o no querrían entender) que los catalanes no aceptan formar parte de España.


¿Hay una solución para saber la voluntad de todos los catalanes? Como independentista, yo propongo al estado español que acepte la celebración de un referéndum con carácter vinculante para que Catalunya pueda decidir si quiere ser un estado independiente o seguir formando parte de España. También propongo al estado español y a la Generalitat catalana  que legislen en favor del voto obligatorio en las próximas elecciones y consultas. Aunque obligar a los ciudadanos a votar por ley, no es algo que me parezca bien, el 100% de los que forman parte del censo electoral se verían obligados a expresar su opinión en las urnas y al que no le guste lo que hay, que vote en blanco o nulo. Los resultados electorales sacarían de dudas a los que se atribuyen para sí mismos, la paternidad de la mayoría silenciosa.

Un desafío que no es para mentes débiles ni antidemocráticas y que dudo que aceptasen los mismos de siempre, esos que no hacen ni dejan hacer a los demás. 

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