Quico Sabaté tuvo treinta
años de subversión, de práctica revolucionaria, pero los veinte últimos
fueron increíbles: hacía sus míticas expropiaciones, estudiaba para ellas,
trabajaba intensamente, vivía intensamente.
Sin ser intelectual, él preparaba sus octavillas, su periódico y su propaganda, sus pases de frontera, a pie, llevando el material a hombros. Yo
le decía: «Nano, si vamos a Barcelona, cruzaremos la muga por Valcarlos,
por Navarra podemos pasar más fácilmente que por Catalunya. Navarra
es mi provincia, conozco la frontera y en 24 horas podemos presentarnos
en Bar celona. Además, tú no deberías ir. Somos nosotros los que
no estamos quemados, ni somos conocidos como tú. Podemos ir sin problemas,
preparar pisos, escondites, garajes, gente». La respuesta de Quico
era: «Nano, cuando llamo en una casa en Catalunya y hablo en catalán,
las puertas se me abren de par en par». Quico, que era internacionalista,
era un catalán que quería y amaba a su país y jamás aceptó pasar la frontera
por ningún lugar que no fuese Catalunya, la tierra que conocía y lo
había criado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario